EL SENTIMIENTO BUCÓLICO-FESTIVO EN LA NOVELA “LA DONCELLA DEL LIBERTADOR”
Dr. Ricardo Cabanillas Aguilar*
Debo confesar que me siento muy honrado de asistir a esta ceremonia cultural de presentación de las publicaciones de emergentes y connotados poetas y escritores cajabambinos, que día a día dignifican con su pluma el oficio infatigable de la palabra hecha verso, arte y canción.
Somos testigos que en los últimos tiempos se han incrementado el afán por escribir. Escribir, escribir, escribir, decía Flaubert. Y el impulso creativo crece día a día, como un desafío perenne en la construcción de nuestras literaturas regionales.
El desafío prioritario que debe asumirse en esta ardua tarea de construcción de nuestro discurso literario regional es el rescate de las voces polifónicas que dignifican a nuestra tierra en el marco de la interculturalidad. Estas voces, están allí, almacenadas en la memoria popular, constituyendo el macrotexto de nuestra cultura compleja y pluridiversa. Y Cajabamba es un hontanar rico y sensitivo, como lo demuestra, en el arte plástico-pictórico, el ilustre José Sabogal. Parece que el Chochoconday, el Apu protector de esta tierra, ha brindado a sus gentes la magia para cultivar el arte y la felicidad, tan difícil en nuestros días. Cajabamba, con su hermoso paisaje, donde la lluvia refresca la memoria del trigo y verdor del paisaje. Y en la Pampa Grande, donde campea un airecillo manchego, como diría un lector del Quijote, el espíritu se agiganta con los arpegios del viento, en un vuelo de palomas con aroma a libertad.
Cajabamba es el escenario de la palabra polifónica. Relatos de hechos reales y fantásticos, míticos o mágicos. Relatos de héroes y antihéroes, danzas cantares y decires. Relatos vivos que la ciencia y la historia oficial desconocen o se resisten a reconocer, pero que la narrativa oral o escrita, sí los acoge como soporte valioso de la ficción o fabulación de lo que fue o pudo haber sido nuestra existencia.
De eso se trata: rescatar, a través de la narrativa, nuestra historia y nuestro folclor, para construir la ficción literaria, tan clara, real y objetiva (dispénsenos la paradoja) que ocasione en el lector una lectura límpida, natural y envolvente. Eso es lo que encontramos en “la doncella del libertador”, novela emergente y propositiva, cuyo autor es César Alfredo Concha Sisniegas un distinguido Cajabambino que lleva en su alma el redoble sugestivo y jacarandoso del zapateo, la música del festejo y la marinera. Gracias a la pluma de su autor, cobra vida en el cronotopo de la novela, el inmarcesible episodio protagonizado en el escenario cajabambino, por dos personajes emblemáticos: doña Josefita Ramírez Moreno, llamada cariñosamente doña “Chepita Ramírez” y el Gran Libertador don Simón Bolívar”.
El tema central de la novela es la historia de doña Chepita Ramírez y su relación idílica y festiva con el adalid de la libertad, maestro del baile y la galantería, don Simón Bolívar. Cómo no recordar las épicas hazañas de quien liberó con su gloriosa espada, a los pueblos oprimidos de nuestro continente, “desfaciendo entuertos y socorriendo viudas”, como diría don Alonso Quijano, pero que cayó rendido, vencido y anonadado, no por la rudeza y el oprobio de los realistas españoles, sino por la gracia, belleza y ritmo de la danza de una hermosa niña, aún núbil. Qué eternizada imagen queda en los cielos cajabambinos, el baile que aconteció en la “Pampa Grande”, bajo la fronda de un capulí, donde el Libertador colgó su espada, y que la tradición lo recuerda como el “árbol de Bolívar”.
Cajabamba es la tierra donde brota la sensibilidad a raudales para dar cuenta del color y luz del paisaje plasmado en el alma buena de sus gentes. Por eso, Cajabamba es el escenario vital de la fabulación literaria. Veamos, sus orígenes contados por el autorizado narrador:
Cajabamba fue fundada por clérigos españoles que conformaron la vanguardia evangelizadora de la iglesia católica en esta parte del mundo. Corría el año 1555, cuando tres clérigos de la orden de los dominicos llegaron a Cajamarca en misión evangelizadora, ellos fueron llamados “Los tres Juanes” pues así se llamaban los tres, siendo el de máxima jerarquía el Padre Juan Caxiga, que encabezó la evangelización al sur de Cajamarca, radicándose definitivamente en este lugar llamado caxabamba […]
Ahora bien, la novela destaca el rol histórico-literario del personaje central, doña “Chepita” Ramírez, quien vivió durante el siglo XIX, en plena época del romanticismo y la guerra de la independencia, y cuyos hechos enorgullecen al pueblo de Cajabamba. Veamos cómo el narrador describe a doña “Chepita”.
Paradójicamente, aquella criatura era un dechado de virtudes y a sus doce años deslumbraba a propios y extraños con su gracia sin par, con su belleza física y con su infinita bondad.
En el alma lúdica de doña “Chepita” se advierte el profundo sentimiento romántico y patriótico que suscitó en nuestros pueblos la lucha por la liberación.
La “Chepita” jugó un papel importante en esta etapa de la emancipación, sobre todo en lo que ella podía hacer junto con las demás damas de su comunidad. Organizó una bien montada campaña de recolección de fondos entre los terratenientes del lugar, logrando recaudar una importante suma de dinero que finalmente fue alcanzada para incrementar la Caja patriota.
La novela se nutre del folclor y costumbrismo regionalista. Veamos el estilo dinámico-descriptivo con que el narrador retrata el acontecer bucólico y costumbrista que anima la vida provinciana.
Llegó el domingo y con él, las santas costumbres lugareñas.
Largas caravanas de arrieros y campesinos subiendo del valle o bajando de las gélidas punas, unos con sus acémilas cargadas de los granos propios de su región, otros con la leña de hualango que ha de animar el fogón de las “tullpas” de la cocina o para calentar los hornos donde se cuece el pan de cada día; los más con su humanidad a cuestas a proveerse de lo necesario para la semana. Las campesinas ataviadas con sus clásicas polleras de bayeta, blusas de satén adornadas con multicolores grecas y con el pelo recogido en primorosas trenzas y prensadas a las sienes con multitud de ganchos según sea doncella o ya mujer, cargando sus canastas de carrizo seco llenas de huevos de las domésticas aves, listos para la venta o el trueque.
Arquetípico ejemplo, es la fiesta del toreo acompañado por la danza y la figura del personaje central “Chepita Ramírez”, quien muestra su predilección por la fiesta brava.
En sus aposentos y ante un enorme espejo de cuerpo entero, la pequeña Josefita se pasaba el día ensayando una serie de pinceladas taurinas. Para ello cierto día se despojó de su vuelosa falda y en enaguas se puso a ejecutas una serie de pases que la colmaban de satisfacción.
Pero también las coplas y cantares aderezan el tono festivo, lírico y humorístico de la trama de la novela:
Cuando vayas a Cajabamba,
pregunta por uno y otro,
y en respuesta recibirás
rocoto, poroto y poto.
Coplas y más coplas inspiradas en la figura del Libertador Simón Bolívar. He aquí una de ellas:
Cuando dios creó a la luna,
también te creó a ti, Simón,
brilla así mi corazón.
El clímax de la narración se manifiesta en el episodio lírico-romántico, que ha quedado como un ícono imborrable en la memoria de los cajabambinos: el baile de la marinera en una “saca de papas”, en la Pampa Grande, protagonizado por doña “Chepita Ramírez con don simón Bolívar. Ella, graciosa y eterna; él extraordinario bailarín, con botas y muy elegante, desprovisto de espada.
Fue en el zapateo de este remate que a la “Chepita” se le escapó su sandalia de raso y uno de sus pies quedó descalzo. Muy lejos de amilanarse o detenerse por el percance, se descalzó de la otra sandalia y continuó el baile descalza. su actitud fue premiada con un fuerte aplauso.
Al término de la salerosa “resbalosa” el general en magistral muestra de sumisión al arte y a la artista, buscó las sandalias, las limpió con su propio pañuelo e hincando una rodilla en el suelo y dejando la otra genuflexa, ante la mirada incrédula de la dama, le solicitó sus delicados pies y fue calzándolos al mismo tiempo que decía:
- ¡Triunfamos, Chepita!
- ¡Triunfamos, General!
En la línea propositiva de la novela se encuentra el origen y asentamiento de la marinera con sus diversas denominaciones: resbalosa, sama cueca, tondero, etc. El autor, en una suerte de propuesta literaria, desvirtúa la creencia de que la marinera tiene su partida de nacimiento en Chile. Y más bien atribuye a don Abelardo Gamarra “El Tunante”, la autoría del término. He aquí que propone un breve listado de nombres:
1. “Calluán”. Nombre legendario
2. “Caswua”. Nombre tal vez, primigenio por bailarse juntamente con el huaynito que tenía ese nombre.
3. “Resbalosa”. Nombre dado por una popular canción que en su letra hablaba de resbalarse. “Malaya la piedra lisa, que en ella me resbale…”
4. “Chilena”. Nombre dado por algún inmigrante mexicano en referencia al “chili” o chile, ají pequeño y muy picante.
5. Marinera. Nombre puesto por don Abelardo Gamarra, “El Tunante” que perdura hasta nuestros días y para siempre, en homenaje a las hazañas de la Marina peruana durante los comienzos de la guerra con Chile.
La novela está escrita con un lenguaje claro y sencillo, como las cristalinas aguas de los riachuelos que alimentan el suelo de Cajabamba. El ritmo de la narración, a la usanza de los grandes narradores populares, posee una gran fuerza ilocucionaria que garantiza una lectura, ágil, amena y de fácil accesibilidad al lector.
Los motivos abordados por la novela nos invitan a pensar en la utopía de construir el nuevo discurso de la literatura regional, a partir del rescate y revaloración de la historia, el folclor, el paisaje y el ambiente, para forjar la conectividad humana que hoy en día resulta imprescindible en la consolidación de nuestra identidad cultural.
Mientras tanto, en complicidad con el autor de la novela, volvamos nuestra mirada a la Gloriabamba de Bolívar, hasta la “Pamba Grande”, para seguir disfrutando y siendo partícipes de la eterna fiesta, el baile y el zapateo, a pie descalzo, de la resbalosa protagonizada por doña “Chepita” y don “Simón”; vale decir: la doncella y el Libertador.
Muchas Gracias
* RICARDO CABANILLAS AGUILAR poeta, narrador, dramaturgo y ensayista, laureado en diversos certámenes literarios regionales y nacionales. Ha publicado: “La casita Teja Roja” (1991), “Fábulas del Arco Iris” (1993), “Canto rodado desde la cima del trueno” (1995), “Exhorto a la palabra ausente” (2000). Actualmente es docente de la Escuela de post Grado y de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Cajamarca. La presenta conferencia fue realizada en la Sala Natividad- Cajabamba, durante la ceremonia oficial de presentación de publicaciones de autores cajabambinos, el miércoles 13 de octubre de 2010.
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