SEMBLANZA SOBRE UN VIAJE SORPRESIVO

 

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Antonio Goicochea Cruzado

Apenas empezaba la noche, sonó mi celular, vi el nombre de quien llamaba: JOSELO, escuché llantos en el entorno, luego la voz de Irmita que me decía, tu Joselo acaba de fallecer. Y el llanto ahogó sus palabras. Quedé paralizado y mudo, luego otra voz femenina confirmó que un paro cardíaco le causó el deceso. Otra vez se me anudó la garanta y no pudiendo hablar, corté.

Irma Irigoín, su esposa, imagino que pensó que sería oportuno, que yo fuera el primero de los amigos en enterarse. Ella sabe de los estrechos lazos de amistad que nos unía.

Tanto que el día nueve de noviembre, día anterior a su muerte fue la última de las conversaciones que tuvimos; tratamos de su participación en la FELICAJ 2020, en la que yo, debería presentarlo, para que él, comentara sus dos últimos libros: Técnicas para escribir o leer Narrativa y Ternura de Torcaz. Allí lo felicité por el buen estado de ánimo y su perseverancia en la producción literaria, prometiéndonos que, al término de esta pandemia, nos reencontraríamos en Chota.

Ninguno podía imaginar que el día diez, nos diera la ingrata sorpresa.

Con las palabras que siguen, quiero plasmar una semblanza de Joselo y su quehacer.

Joselo, naciste predestinado al parnaso. Desde joven te hiciste amigo de los aedas que allí moran, y sustrajiste talentos que te permitieron ser un profesor, un artista, un escritor, un poeta, un estudioso, crítico y promotor cultural, que te parangonabas con los mejores.

Bebiste de la fronda luminosa de los poetas del parnaso universal, las savias que inundaron tu estro, y sustrajiste de la floresta y de las flores, sus formas y perfumes; y, Calíope te llevó de la mano a tus versos florecidos en praderas y apriscos del Chot y diste a las palabras la densidad que debieran. Enmadejaste multicolor urdimbre con tu fuerza moral y espiritual. Pienso en los demonios internos que hicieron de ti un demiurgo tutelar de aedas cuyos versos quieren alcanzar las lindes siderales y cual colibrí, con amoroso zumbido, acariciaste los oídos de los que al amor nacían, ¿volvieron acaso algunas golondrinas, de tu balcón, sus nidos a colgar?

Quiero decirte, Joselo, que son tus versos agüita cristalina que bañan corazones, y tu agilísima prosa con la que eras pregonero de anhelos plausibles de realidad, remueves conciencias.

Porque te dolió Chota, en tus entrañas, con aguda vista de águila, auscultabas los actuares de las autoridades de tu tierra querida, y al verla saqueada, con tu verbo fulminabas a los protervos. Camarada, conocías el pasado que te permitía pisar firme el presente, catapultándote al futuro gracias a tu visión holística de la vida. Como milano oteabas horizontes por venir.

Cuando se oscurecieron las cortinas, naciste a la luz. Pero si se nublaron tus pupilas, encendiste con más intensidad la luz que alumbraba tu sendero creativo. Pienso que Beethoven en silencios eternos escuchaba sus sinfonías, y tú, pintabas los crepúsculos con brochazos verbales, no olvidaste el color del espectro todo y la luz del sol, y pienso en su sinfonía inconclusa.

Pienso en Jorge Luis Borges, y en tu trajinar más allá de luces, colores y tiempo, navegando en el proceloso mar de las tinieblas; y, se agolpa a la memoria, tu Irmita, tu lazarillo, esposa, confidente, enfermera y asistente, a la que, junto a ti, rindo el mejor de los homenajes.

Las agüitas sonoras de los arroyos, hoy nos recuerdan la diafanidad de tus versos; los colibríes, te reclaman, el haberlos erigido en emblemáticas avecillas, para las reuniones de creadores de minificciones, por lo que entropándonos treparemos los apriscos a buscarte en las alturas y veremos que jubilosos los arroyuelos dirán por siempre tus sentires, hasta el moscardón en su vuelo roncador nos traerá tus rezongos que cual saetas las lanzabas a los malos gobernantes y la brisa que suave mece las ramas de los eucaliptos, se aunarán al coro que canta por siempre tu creación.

 

Cajamarca, 02 de junio 2021.

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