ADIÓS ENTRAÑABLE AMIGA DE HUACAPAMPA
Doriza Díaz Barbarán
Socorro Barrantes Zurita
La conocí en Huacapampa, hoy distrito de José Gálvez. Bucólico distrito, donde el tiempo camina todavía lento, a medida que ascendemos o descendemos para salir o llegar a la casa de mi amiga entrañable DORIZA DÍAZ BARBARÁN. Una casita a la entrada del pueblo. Vivía, en ella, con su familia, esposo y seis preciosos niños. Año 1971, si mal no recuerdo, iba a crear el primer jardín de la infancia en Huacapampa. Nunca había ido antes a Celendín, mi padre decía que espere, que ya vendrían otras oportunidades de trabajo más cercanas a Cajamarca. Pero. era la primera oportunidad de trabajar como maestra, lo cual tanto había anhelado. Fui, decidida a comenzar a trabajar, con los niños de aquél desconocido lugar.
Fue entonces que Doriza, mi amiga, abrió las puertas de su casa y de su corazón para toda la vida. El azar de las circunstancias, incendió sus pulmones, arrasando con crueldad sus días. Se ha ido al lugar de los recuerdos, de allí regresará cada vez que la evoquemos con ternura. Guardo tantas bondades, solidaridad, amistad que ella me regaló a manos llenas. En una foto, tan escasas en aquellos tiempos, se la ve en la plenitud de su generosa manera de ser. Un ave en disposición de volar para compartir lo conseguido, con propios y extraños. En su casita siempre una silla, un mestizo con chocolate caliente, no faltaba para nadie.
Personas como ella, no abundan, son únicas. ¡Volveránse estrellas en la infinitud celeste! Es imposible que su vida no brille, alumbrando, la orfandad en la que nos deja. Su aliento mecía la calma, la quietud, cuando en el abanico del reloj, se hallaban nuestras soledades para conversar sobre la cotidiana vida de suceso consabidos, que no cambian, se repiten cada día, pero son noticia para enderezar el alma, en sombrías fechas.
El cerro Huasminorco, su amada cumbre, a cuyo amanecer y crepúsculo fueron creciendo sus niños, entre primaverales tuyos, zarzas, romeros y otras layas de planteas que abundan en las cumbres, hoy la llora con lluvia serena, precavida, para no despertar a los que descansan en paz en el cementerio, erigido en sus faldas, desde hace un sinfín de años. Paso obligado, cruzar el cementerio si bajábamos a José Gálvez o a la casa de mi amiga Doricita. Cuántas veces caminamos por aquel camino con propio nombre. Las cabecitas husmeaban de sus casas, mirando a la forastera, que dizqué era la maestra del Jardín de Niños. ¡Qué nombre tan bonito JARDIN DE NIÑOS! hoy Institución de Educación Inicial, cambios de nombres por las puras, como dice mi gente. Llegando a su vergel, saboreábamos un delicioso dulce de Chiclayo, calmando el cansancio y el hambre que nos llega, cuando el camino es largo.
MI labor de maestra fue inolvidable por aquellos lugares, que al principio fueron desconocidos. La gente de Celendín es todo lo contrario de los chistes que les sacan por tacaños. Su generosidad la he gozado desde que llegué, hasta que dejé con pena mi Huacapampa querida. Mi Señora Doricita, qué pena no haber podido acompañarla, en el velorio de su silencio. ¡Se ha ido mi amiga, me duele hondo su partida! No nos dimos ese abrazo de navidad que siempre nos dábamos, no nos dimos los buenos deseos para el año pandémico que sigue al anterior. Mas, nuestra amistad incólume seguirá renovando flores. Una amistad tan bonita como la nuestra, no tiene fronteras. La recuerdo como hoy, como mañana, en el olor de los eucaliptos de Huasminorco, Huacapampa, Sucre, Jorge Chávez, lugares por los cuales caminamos juntas…