Teresa Guerra-García Cueva
IN MEMORIAM
Escribe Nimia Morales Villar
Ahora que conoces el secreto de la muerte, libre ya de la carne atribulada y de los vaivenes terrenales de la vida pasajera, cantarás para Virgilio tu canción más pura y honda. Una canción divina y estremecida, nacida del asombro de tu corazón ante la belleza de la paz que hoy te rodea y que constituye tu heredad perfecta. Y será aquella canción no la de dos amantes que unieron sus destinos sino la canción de un alma única que habitó en dos cuerpos físicos.
Ahora aunque no estás entre los hombres, Tú que pasaste por el mundo como una sombra inquieta, dejando en los caminos las huellas de tu espíritu desprendido y generoso, derramarás en las alas de la brisa el aroma de tu consolación y tu ternura como clara certidumbre de que la muerte no existe, para que al aspirarla tus hijas y tus hijos, en esos instantes de místicas revelaciones, glorifiquen al eterno y sus designios, sabiendo que te tienen desde siempre y para siempre como madre y protectora.
Ahora, cuando en cada mes de marzo, colmado de nostalgias y de ausencias, lloramos con la lluvia tu partida y extrañamos tu persona llena de buena voluntad y de optimismo; nosotras, las hijas de tu anhelo y tus afanes, compañeras de viaje en rutas liricas y humanas; te pedimos, a ti, que ya te encuentras despojada de nuestras debilidades y vanidades, que nos hables de Dios para que nuestro trabajo y arte se acerque más a lo sagrado y nuestro compromiso no huya del fuego purificador de la verdad. Entonces, Tú, mujer de leyes y derecho, nos dirás con la sonrisa a flor de labios: “La letra mata, pero el espíritu vivifica”. Dios está en la más terrible de las lejanías, pero también junto a vosotras; aún más; está dentro de vosotras soñando con la dulzura que suelen tener los sueños. Soñando con las auroras y los crepúsculos, con las rosas encendidas y la dicha; con la fraternidad de los seres humanos y el cese de los odios y las guerras; con caminos de justicia y esperanza, de solidaridad y confianza; con la tierra colmada de dones, sin hambre, sin desnudez y sin lágrimas.
Dios no es un fantasma, hermanas mías, ni una quimera, una pesadilla o amenaza, es una realidad viva y sensible. Abrid vuestro ser íntimo a las voces del silencio y le escucharéis llamar por vuestro nombre con inocultable temblor de enamorado, y solo se llama a quien se necesita. Dios os necesita para hacer posible tantos sueños.
Así te recordamos, Teresita, y así vives en el alma de quienes te amamos y conocimos. Que la luz del Señor y la plenitud de la vida eterna sean contigo.
C-28-03-22
ADEN-Cajamarca