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Jorge y Josefina para siempre unidos…
Y de la costilla de Jorge, Josefina salió cantando. Era muy lindo verlos
unidos con esa ternura que dan los años y el camino seguro de la vida. Los
conocí así, amándose más allá del silencio y de las brumas. Amando más allá de
su amor, a los cientos de alumnos que se congregaron, bien sea en el Glorioso
San Ramón, bien en la UNC, bien en el Jardín de Infancia donde Josefina, más
conocida como Chepita, efectivamente amaba a esos niños, sus ojos pequeñitos
eran chispas de senderos por donde los niños y niñas transitaban creciendo cada
día.
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Don Jorge Cueva, de manos grandes y abiertas trepaba pioneramente por aquellos laberintos de lo subjetivo, por los adentros de las gentes. Aparte de sus clases, de todas partes llegaban las personas para consultar sus penas, sus contradicciones, sus yos acabados. El tomaba la sabiduría del silencio en un principio e iba desmembrando el dolor humano, ese que no se cura con remedios de farmacia, sino con el afecto, básicamente, desenredando la madeja entreverada en emociones dispares, propiciando la calma en aquellos espíritus atormentados.
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La germinación de la vida se hizo esquiva, pero la bondad de esta pareja tomó niños del camino, sin pensar que un día aquellos no devolverían el cariño como debió ser; los acogieron con amor, sin pensar que el alma humana se trastoca en codicia, en deseos de poseer y tener más; sin pensar en que algunos de ellos sacan garras a la hora en que la vejez de los padres cansa, desanima y encoleriza.
Cuando Don Jorgito ya no podía valerse por sí sólo sus días fueron acabando en penas, soledad y olvido de los hijos que crió con cariño infinito, sea en la casa, en el colegio San Ramón o en la Universidad o aquellos que curó con tanto afán sin pedir recompensa. Casi todos lo fuimos olvidando, cuando él más necesitaba del afecto de todos, aquel que repartió en días infinitos a las personas que llegamos a su casa, a su sabiduría, a su consecuencia. Los hijos comenzaron a pelearse, olvidaron los valores que les infundieron Don Jorge y Doña Chepita.
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No les importó las semillas que sembraron cuando niños y dejaron que Don Jorge se fuera, llorando la vastedad de la soledad en su casa que un día abriera las ventanas para que entren todos como hijos del universo que Dios puso en su camino. Entonces solo la muerte lo acogió tiernamente entre sus brazos, acarició los sonidos buenos de su corazón inmenso, limpió las lágrimas de sentirse solo cada día y cada noche, cerró la ventanita que apenas le habían dejado, para mirar lo poco de vida que le quedaba, dobló con cuidado sus recuerdos, limpió las telarañas de sus noches insomnes y despacito fue cerrando sus ojos para siempre. ¡Ya qué importaba todo! Cada uno quedaría con lo que quisiese haciendo de las suyas, si habían olvidado las enseñanzas buenas, qué se le va a hacer, la vida también es eso. Olvido, ingratitud, miserable codicia, alejamiento de la compasión por los ancianos que dieron la vida para hacerlos crecer, amnesia por completo del pan y la ternura. Ninguna bandera en el catafalco, ni la del Glorioso San Ramón, ni la de la UNC, ni de los Psicólogos, querámoslo o no, Jorge Cueva Arana fue insigne psicólogo que marcó historia en Cajamarca. Fue un personaje de los que no hay a cada rato. Dio testimonio de la consecuencia del existir, no vivió en vano, luchó, a su manera, por el desarrollo de esta tierra ingrata que lo dejó partir en el olvido.
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Su precioso legado de enseñanzas, de valores, de saberes, de libros en copiosa biblioteca, queda para nuevas discusiones entre hermanos. Su preciosa casa desde donde se recuperaba la salud del espíritu, será también motivo de intrigas y rencillas. Pero su andar en pasos largos, se queda en esa callecita de subida por la que dio andares seguros en su amor, en su excelencia educativa, en ser líder de la psicología cajamarquina, en su contribución a la creación de la Universidad, en su ejemplo en tantas otras actividades que nos dan gloria, aunque no tuvimos la hidalguía de agradecerle en vida.
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Don Jorgito perdónenos nuestros olvidos, el no haber sentido nuestra gratitud en su lecho de penas, soledades, insomnios; perdónenos por haberlo olvidado en aquél rinconcito en el que a pesar de todo volvió a soñar con que los hijos serían buenos otra vez, acogiéndolos en sus brazos generosos. Le damos las gracias, aunque a destiempo, de haber contado con Ud. en la maravillosa persona que fue. Ahora sólo Josefina, los vecinos y Dios saben de su amor por esta tierra, de la que nunca salió, pues la amaba tanto, tanto….
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*Socorro Barrantes Zurita. Profesora, poetisa y escritora peruana, nació en Cajamarca, sus estudios de educación primaria y secundaria los realizó en el Colegio Particular "Nuestra Señora de Fátima" de Cajamarca y los superiores en la Escuela Normal "Santa Teresita", trabajó como Profesora rural en Huacapampa comprensión de la provincia de Celendín y en Ventanillas de Otuzco de la jurisdicción de Cajamarca, es miembro activo de la Asociación de Poetas y Escritores de Cajamarca (APECAJ), la “Asociación de Escritoras Norteñas”, SERCOFE, colabora con la Mesa Redonda Panamericana de Cajamarca, en la sección “Cantares de Mujer” de esta Web y en el diario “Panorama Cajamarquino”, laboró por muchos años conduciendo los destinos de la Asociación Mujer Familia luchando indesmayablemente por la defensa de los derechos de las mujeres. Iniciadora y promotora del: “Encuentro de Cartas y Poemas de Amor” y gestora indesmayable de la "Casa de la Memoria Cultural de Cajamarca" (CMCC).
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