“Necesitamos morir para seguir viviendo…”

       (José Saramago- Escritor Portugués - Premio Nobel de Literatura1998)

               Escribe: Jorge Wálter Villanueva Cruzado* 

Unas flores encajadas en coronas, adornos florales que acompañan una despedida y el camino continuo que se hace largo hacia el descansar de las almas; el nicho inescrutable que nos espera irremediablemente, octubre, Señor de los Milagros, haznos el milagro que este dolor sea menos doloroso. ¡Te quiero Papá!... ¡Te quiero mucho…Papá!, y esas lágrimas que caen al borde de un desencuentro; saber que parte de nosotros, un ser querido, el más querido quizá y “no poder hacer nada contra la muerte”. (C. Vallejo)

Muchas veces he acompañado a mi difunto Padre y seres queridos para visitar el cementerio, “el lugar común” donde todos hallamos paz y de la verdadera; mas nunca me imaginé aún pequeño, que un día inesperado iba a acompañarlos hacia su descanso final en especial al ser, cuya imagen aún la tengo presente deambulando como un sentimiento y una presencia candorosa. Mi padre, mi continuo Padre que apacienta mis horas y esa imagen suya que se refleja en la distancia como algo que tal vez se aleja y paradójicamente se acerca aún más a mi alma de ser, sutil, frágil y pequeña.

Tomas de Kempis nos hace recordar en su magnífico libro “Imitación de Cristo” que la muerte debe ser una interpelación frecuente en el diario vivir de todo buen cristiano, pues no dice al respecto:

“Cuando amanezca, no tengas la certeza ni menos te aferres para llegar a la noche, y cuando llegue el anochecer, no te aferres ni tengas la certeza que llegarás al amanecer”, y además añade, que una larga vida no siempre  significa un plenitud de gozo y de felicidad, pues, sin un compromiso cristiano, muchas veces es un penar a pausas para los que no nos aferramos a Cristo como ejemplo a imitar, pues los días son cortos y malos nos dice, llenos de sufrimiento, tentaciones, tribulaciones y toda clase de pesares, que si fuésemos conscientes de ello tenemos que asumir que esta vida fugaz es preferible vivirla en plenitud, en su momento, en el presente y basta con disfrutar de ella con mesura, alegría, disfrutando de los dones que el Señor nos ha dado y saber valorar ellos, sin caer en la avaricia y la codicia que nos conllevan a mayores preocupaciones, cuyos afanes en lugar de darnos tranquilidad, paz y felicidad , no llenan de angustia y mortificaciones.

Si tomamos como ejemplo la desaparición de personas comprometidas con el servicio al prójimo, por su compromiso y testimonio de vida a favor de nuestra comunidad, contrariamente, su labor es recientemente valorada en su verdadera dimensión cuando dejan de existir. Y esto es muy común en nuestra sociedad cuando desde nuestra cultura Inca y los cantos de elegía hacia la desaparición de un personaje importante se hace presente como una tradición históricamente que nos pertenece y nos identifica tradicionalmente como  un pueblo que recuerda y valora siempre, a sus seres queridos con entrañable sentimiento con acendrado y arraigado sentimiento.

Entonces Cristo nos dice: si el grano muere da mucho fruto, la muerte es un paso necesario y una transición continúa que la humanidad siempre desde sus albores se ha enfrentado ante esta realidad, medita o inmediata. Jorge Luis Borges, el brillante escritor argentino nos dice: “Cada día es un empezar a morir,  pues es un día menos de vida.” Y en su carta de despedida nos dice Gabriel García Márquez, que si volvería a vivir otra vez, buscaría vivir sólo buenos momentos, pues de eso está hecha la vida. Miguel Ángel, el gran pintor y escultor nos dice: “para el artista la muerte no es quizá lo más difícil”, pues cuando un hombre hace de su vida un acto consagrado de compromiso y testimonio hacia los demás esperará  a la muerte, como la esperó San Francisco de Asís, luego de su vida llena de sacrificio y amor a los hermanos y  a la naturaleza, al decir, antes de morir: “Venga la hermana muerte”, así como mucho Santos ansiaron encontrarse con la muerte como un encuentro hacia nuestro Señor Jesucristo, quienes, no evadieron los sufrimientos, enfermedades, ni cruces sólo con el afán de ganarse la corona del cielo que Dios les tenía preparada.

¿Qué decir entonces, de la frase de don José Saramago…? Cuya expresión titula el presente artículo; debemos vivir lo mejor y plenamente que podamos, pues, el fruto que recojan los demás de nuestro testimonio de vida y obra cuando nos toque partir, perdure, florezca  y permanezca a través del tiempo, a pesar de nuestra frugal existencia y nuestra débil naturaleza, ya que en nuestra debilidad encontraremos la verdadera fuerza, aquella que da sentido a nuestra vida, a aquella esperanza que no es vana y que florece todos los días a pesar, si sabemos esperar y tener paciencia,  pues sabemos y asumimos que estamos de paso, como peregrinos de un mundo en el que otros seguirán la tarea, otros continuarán sobre lo empezado, como nosotros aprendimos de aquellos que,…

Caminaron antes… e hicieron más fácil el camino.

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*Nació en Cajamarca en1968. Inicia sus estudios primarios en la Escuela Aplicación 82017, hoy, San Marcelino Champagnat y sus estudios secundarios en el Colegio Marista Cristo Rey. Cursó estudios superiores en la Universidad Nacional de Caja marca, donde se graduó como Profesor en la especialidad de Lengua y Literatura. Es egresado de la Escuela Superior de Educación Religiosa (ESER) - ODEC. Integra el grupo de trabajo Río y la Asociación de Poetas y Escritores de Cajamarca (APECAJ).

Ha sido galardonado con la distinción El Sol de Oro por el Sindicato Único de Trabajadores en la Educación. por su desempeño en el arte de la declamación. Ha sido elegido como el mejor poeta en Los Mejores del año 2004 por la Revista Relax Producciones. Publica artículos y poemas en revistas y diarios locales.

Ha publicado Hojas Frágiles con el auspicio Editorial de la Municipalidad Provincial de Cajamarca, en su tercera edición; y el Poemario La Calle es un Lugar por la Editorial cajamarquina PETROGLlFO, del connotado escritor William Guillén Padilla. Reside en la ciudad de Caja marca - Perú.

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